Quién no ha pasado alguna vez por la callejuela que une San Felipe con la plaza de Don Emilio Luque, un paso estrecho que hoy está rotulado en homenaje al pintor Juan de Valdés Leal, pero que antaño fue concido como «Abrazamozas», pero, ¿por qué? El escritor Marcial Hernández relata en su libro «Historias y leyendas de Córdoba» el curioso cuento que explica el origen de este nombre.
Allá por el siglo XVIII se extendió en Córdoba la deplorable costumbre por parte de hombres depravados, de espiar a las mujeres en sus casas al abrigo de la noche, sobre todo, en verano, cuando las altas temperaturas obligaban a las confiadas féminas a dejar las ventanas entreabiertas.
Cuenta la leyenda que uno de estos «voyeur» volvía una noche de recogida por San Felipe y al llegar a la calle de la Paloma (Valdés Leal) «advirtió la figura de mujer que le precedía; era alta, se movía con gracia insinuante, con garbo», cuenta Hernández.
Entonces, el «enamorado» empezó a piropearla «y se acercó a ella hasta rozarse con su cuerpo». La dama le pidió con insistencia que la dejase, pero el joven hizo caso omiso y llegó hasta agarrarla por detrás. Ella se zafó enfadada y le advirtió del peligro que estaba corriendo con su acción. No obstante, el hombre se lanzó con los brazos abiertos y «en aquel mismo momento se dio cuenta de que estaba abrazando a un horrible esqueleto podrido y maloliente y que, a pesar de sus gritos desgarrados, no lo soltaba», recoge el libro.
Perdió el conocimiento y fue encontrado por los vecinos sin sentido a la mañana siguiente. Amigos y conocidos achacaron la historia al alcohol, «pero él juraba que lo sucedido era un castigo a su proceder mujeriego e inmoral».
Fuente: ABC