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Considerado el mejor pintor cordobés hasta la fecha y uno de los más importantes del Siglo XX en
España, Julio Romero de Torres nació en 1874 siendo el séptimo hijo de una familia de artistas que
quisieron seguir la estela de su padre, Rafael Romero de Barros, uno de los mejores pintores regionalistas
de entonces y director de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba. Sus hermanos Enrique o
Rafael también destacaron en la pintura aunque nunca alcanzarían la fama de Julio.
Ya desde muy joven destacó en la pintura y con solo 21 años recibiría una mención honorifica en la
Exposición nacional de Bellas Artes de Madrid en 1895 con su cuadro ¡Mira qué bonita era! basándose
en el realismo y con la clara influencia de su padre.
En esta etapa durante su juventud, que se distingue claramente de su etapa en la madurez,
el joven pintor se interesa por el realismo social, el modernismo
simbolista y el impresionismo, siendo su mejor ejemplo en este estilo impresionista el famoso cuadro
Pereza Andaluza en el 1900.
En 1906 pinta un cuadro que anticipa su etapa de madurez con Vividoras del amor, un cuadro que recrea
una escena de prostitutas y que se tachó de inmoral en aquella época. Aunque poco le importaría la
crítica, pues a partir de 1907 inaugura una nueva etapa de madurez con cuadros como Nuestra Señora de
Andalucía que se caracteriza por la exaltación de los valores típicos andaluces y tradiciones populares
como la copla, el flamenco y el toreo representados en la típica mujer andaluza.
Las mujeres plasmadas en sus cuadros eran modelos reales que conocía el pintor, mujeres morenas y
muchas de ascendencia gitana que transmiten una sensación de misterio y melancolía con una profunda
carga erótica que escandalizó en la época. Sus alegorías solían estar representadas por mujeres desnudas o
semidesnudas aunque también recibiría encargos de retratos de personas conocidas o adineradas de la
época, siempre con un tono de azules, verdes y sobre todo negros que caracterizó al pintor.
Entre sus cuadros más famosos destacan La consagración de la copla, un cuadro puramente simbolista o
Naranjas y Limones, uno de sus mejores cuadros que representa a una joven gitana sosteniendo sobre sus
pechos naranjas y limones con una mirada con mucha carga psicológica. Otro de sus mejores retratos, La
Fuensanta, fue tan admirado que acabó decorando los billetes de 100 pesetas en España.
Aunque su cuadro más famoso y que recopila todo su estilo fue uno de los últimos que pintó el mismo
año de su muerte. La Chiquita Piconera, de 1930, representa a la típica mujer andaluza con objetos tan
comunes como brasero y con la estampa de Córdoba en el fondo como paisaje.
Es la obra más valiosa del actual Museo Julio Romero de Torres (antigua Escuela de Bellas Artes, en la Plaza del Potro)
debido a su calidad y originalidad, además de ser el último y más relevante que pintó el cordobés, que finalmente
moriría debido a una dolencia hepática el 10 de Mayo de 1930.
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