Abderramán I, el primer omeya andalusí.

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“Era alto, rubio, tuerto, de mejillas enjutas y tenía un lunar en el rostro; llevaba los cabellos esparcidos en dos tirabuzones…Tuvo once hijos varones y nueves hijas”

Esta descripción física que hizo el cronista  Ibn Idhari en su obra Kitab al-Bayan al-mugrib (siglo XIII) pertenece a una descripción sobre el primero de los gobernantes omeyas del territorio de Al-Ándalus: Abd ar-Rahmán I.

La historia de este gobernante es bastante interesante. Nacido en Damasco en el año 731, pertenecía a una de las grandes dinastías de Oriente, la conocida dinastía Umayya u Omeya. Era hijo  de Muawiya, hijo del califa Abd al-Malik, y de una princesa bereber. El pequeño Abd ar-Rahmán disfrutó su niñez en los palacios califales de Damasco, hasta que en el 750 se produce la rebelión de los Abasíes. Su abuelo fue asesinado, junto con la mayor parte de la familia real Omeya. Se cuenta que el nuevo califa abasí, Abu al-Abbas, invitó a un banquete a los omeyas restantes, engañándolos con una promesa de protección y cordialidad, pero finalmente fueron masacrados.

El único superviviente de esta matanza fue Abd al-Rahmán, quien en el momento no alcanzaba a tener veinte años. Se las ingenió para huir por la zona de Palestina y Siria, hasta alcanzar la zona norte de África, llegando a Ceuta en el año 755. De ahí, cruzaría el Mediterráneo hasta llegar a costas granadinas, llegando a Almuñécar, donde hoy en día puede visitarse una escultura dedicada a este personaje. Finalmente, se declaró emir independiente de Al-Ándalus, concretamente en Archidona (en la actual provincia de Málaga), convirtiendo a toda la Península Ibérica en territorio independiente al Califato de Damasco.

Poco después a este hecho, entraría en Córdoba el día en que el pueblo conmemoraba el sacrificio de Abraham. Allí, liberó a una esclava visigoda llamada Hulal, convirtiéndola en su esposa, y con la que tendría al futuro Hisham I.

De su reinado hay que destacar que dividió el vasto imperio de Al-Ándalus en distintos reinos, cada uno dirigido por cadíes o jueces. Asimismo, dentro de su territorio convivieron bien integrados musulmanes, muladíes (cristianos que se convirtieron al Islam), mozárabes (cristianos que vivían en territorio islámico, pero que podían mantener su religión y costumbres) y los judíos.

Sin embargo, el hecho más famoso del reinado de Abd ar-Rahmán I fue la construcción de la Mezquita Aljama de Córdoba. Su construcción se hizo en el terreno donde, en época visigoda, estaba la Basílica cristiana de San Vicente. Esta mezquita primitiva constaba de once naves, siendo la puerta principal del templo la conocida como Puerta de San Esteban. Se sabe que esta puerta se acabó de construir en el  855, por una inscripción en el interior de su arco, junto con una alabanza a Alá y al emir.

Dentro de esta construcción, además de integrar los famosos arcos de piedra caliza y barro que veremos en todas las ampliaciones, se situó un primitivo mihrab. Normalmente, los mihrab están orientados hacia La Meca, pero éste no.  Muchos historiadores han barajado las causas, siendo la más conocida el hecho de que Abd ar-Rahmán I quiso tener una mezquita igual que la de Damasco, con su misma orientación, porque sentía nostalgia de su tierra. Sin embargo, repetimos que esto es una teoría.

Antes de fallecer, escogió de entre su prole a Hisham para ser su sucesor en el trono. Se sabe que murió en octubre del año 788, y posiblemente fue enterrado en el solar de la Mezquita Aljama, aunque no está atestiguado.

Tradicionalmente, se le ha conocido con el epíteto de Abd ar Rahmán, el Inmigrado, por el hecho de haber huido de Damasco. Sin embargo, dentro la historiografía se le llamó El halcón de Quraish (los Quraish era una de las más poderosas tribus árabes). Ello se debe a una leyenda en la que su enemigo, el califa abasí Muhammad al-Mansur preguntó a sus cortesanos que quién merecía tal título. Los cortesanos primeramente, lo nombraron a él; recibiendo la negativa por parte del califa. Luego propusieron a otros califas, como Muawiya, fundador del califato Omeya, y luego a Abd al-Malik ibn Marwan, otro gran califa, pero volvieron a encontrarse con la negativa de al-Mansur. Éste solucionó la duda de los cortesanos, diciendo que el halcón era Abd ar-Rahmán I, porque logró escapar con su ingenio de sus enemigos, trasladándose desde Damasco hasta la Península Ibérica, sin recibir daño alguno, y donde instauraría un poderoso reino.

Con todo ello, no se puede dudar que Abd ar-Rahmán I, además de ser el padre de una de las grandes dinastías de la Historia de España, fue uno de los grandes gobernantes de la Europa de la Alta Edad Media, colocando a Al-Ándalus, y por ende a Córdoba, en las altas escalas de los imperios de Occidente.

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