De entre todos los personajes célebres que dio la cultura judía a la Historia de España, debemos destacar al desconocido Hasday ben Shaprut, jienense de nacimiento, pero cordobés de adopción. Famoso médico, jugó un importante papel en la política de dos conocidos califas andalusíes: Abderramán III y Alhakén II.
Sin embargo, la anécdota que nos acontece hoy es algo curiosa, y que cambiaría la historia de todo un reino. Se cuenta que en la corona de León gobernaba un rey llamado Sancho I, que recibía el sobrenombre de “el Craso”, ya que sufría de obesidad mórbida. Su mal llegó a tal nivel que le era imposible tener descendencia, por lo que muchos nobles leoneses decidieron conspirar contra él. Así, eligieron como nuevo monarca a Ordoño, familiar de Sancho.
El denostado Sancho, tras el derrocamiento, tuvo que exiliarse a la corona de Navarra, donde gobernaba su abuela, la célebre reina Toda de Pamplona. Esta mujer -que en el momento contaba con 80 años de edad- no consentiría que su nieto fuese destronado del reino que le vino por nacimiento, por lo que urdió un plan.
Se conocía en todo el territorio peninsular que el califa cordobés, Abderramán III, tenía como médico personal a un judío conocedor de las artes galénicas, encontrando remedio a cualquier mal. Toda era tía carnal de Abderramán, convirtiendo así al monarca leonés y al califa cordobés en primos hermanos, por lo que invocó sus lazos de parentesco para pedir la ayuda del sanador, instándolo a que lo enviase a tierras navarras. Sin embargo, la reina se encontró con la negativa del califa: si querían una cita con ben Shaprut, debían ir a Córdoba.
Ya en la capital califal, se cuenta que el médico judío, tras examinar al monarca leonés, dispuso un tratamiento en el que se privaba a Sancho de la mayor parte de las comidas, y que todas las mañanas recorriese los extensos campos cordobeses, atado a un caballo. Sin embargo, el monarca, acostumbrado a darse grandes atracones, comenzó a engañar al médico, hartándose de comida todas las noches en las cocinas del Alcázar califal, mientras la corte dormía.
Ben Shaprut, al ver que su tratamiento no surtía efecto y, deduciendo lo que hacía en secreto don Sancho, decidió tomar un nuevo camino. Ordenó que se le atase de pies y manos a su lecho y, para evitar que comiera más de lo necesario, dispuso que se le cosiera la boca.
Puede sonar algo terrible, rozando incluso lo inhumano, pero parece ser que surtió efecto. Sancho logró perder gran cantidad de kilos y, cuando estuvo preparado, logró volver a León y destronar a Ordoño, volviendo a convertirse en monarca de la corona de León. Siempre le agradecería a aquel médico judío de la corte cordobesa que, con su tratamiento, volvería a gobernar. Eso sí, a pesar de haber perdido todo ese peso, pasaría a los anales de la Historia como Sancho I el Craso.
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Escrito por:
Interesado por la Historia de la vida cotidiana, he trabajado distintas temáticas y épocas, teniendo una publicación pendiente acerca de la vida infantil en la Baja Edad Media. Asimismo, tuve la suerte de tener mis prácticas laborales en función de guía tanto en el Museo Diocesano de Córdoba como en la Sinagoga, siendo ésta última un símbolo de la cultura judía del Medievo a nivel no sólo andaluz, sino nacional.
