En la ribera del río Guadalquivir, y cercana a la histórica Plaza del Potro, se encuentra erigida desde 1927 una cruz de hierro forjado, la cual recibe el nombre de Cruz del Rastro. Este monumento recuerda un triste episodio ocurrido en 1473, en plena Edad Media, cuando se inició una persecución y matanza indiscriminada de judíos en el territorio cordobés.
Era la tarde del Jueves Santo cuando este hecho ocurrió. Ese día salía a la calle la procesión de la Virgen de la Caridad, acompañad de todas las autoridades, hermandades, cofradías y representantes de distintas entidades. Marchaban por la Ribera del río, en un entorno religioso y tranquilo, cuando sucedió un acto insólito.
Se escuchó una voz femenina gritando algo en una lengua desconocida, mientras arrojaba un líquido maloliente a la Virgen desde su ventana, manchándola.
Al darse cuenta que se trataban de orines, un herrero del barrio de San Lorenzo fue el promotor de la exaltación de la población al gritar, delante de todos, “¡Venganza contra los judíos!¡Venganza!
En medio del barullo, hubo puñaladas, agresiones, y amenazas contra los judíos de la ciudad. Algunos cofrades lograron sacar la imagen de la Virgen de aquel jaleo, llevándola al Hospital de la Caridad. Mientras tanto, el herrero y sus seguidores invadieron la casa de la familia judía culpada por el atroz hecho, matando a todos (incluso a una niña pequeña, quien fue la que echó el orín por la ventana) e incendiando la casa.
La tragedia duró todo lo que quedaba de Semana Santa, con gran cantidad de muertos, no sólo judíos o musulmanes, sino también otros que eran objeto de odio. Tan grave se hizo la situación que el corregidor de Córdoba, viendo que los que se hacían llamar cristianos mataban con odio a los que también lo eran, aunque conversos, se vio obligado a poner orden en la ciudad. Seguido por un gran grupo de amigos y criados, se encaminó en busca del herrero. Cuando llegó ante él, con buenas palabras le dijo que se marchase a su casa y dejase en paz a la gente de aquel barrio, pero este le plantó cara y le amenazó con echar contra él a todos los vecinos.
El corregidor, indignado, arremetió contra el herrero y le atravesó el pecho con su espada, matándolo al instante. Acto seguido, y junto con su ejército, persiguió a los revoltosos por la Calle de la feria, arrinconándolos en el Compás de San Francisco. Pensando que los ánimos se habían calmado, se marchó.
Sin embargo, la paz duró poco, porque los amotinados recogieron el cuerpo del herrero y lo llevaron al barrio de San Lorenzo, para allí velarlo durante toda la noche. A la mañana siguiente, lo enterraron, y se recrudeció la revuelta, de la cual se puso al frente un célebre tarambana desocupado, quien hizo huir al corregidor hacia el Alcázar, desde donde les hizo frente con todos los judíos y conversos que se le habían unido.
El motín duró cuatro días más, durante los cuales el corregidor consiguió dar un escarmiento a los culpables, haciendo que todo volviese a la normalidad.
La Hermandad de la Caridad colocó, en memoria de los hechos, una cruz de hierro forjado sobre un pedestal en el centro del antiguo Rastro. La primera cruz desapareció con el tiempo, la segunda varió de tamaño y de sitio. Luego, en 1814, y con motivo de unas fiestas, se construyeron dos grandes arcos desde la esquina de la calle Lucano a la calle Cardenal González, y en lo alto colocaron la cruz, estando bastantes años, hasta que en 1852 cuando la construcción del último tramo del murallón, derribaron los arcos y la cruz desapareció. La actual Cruz del Rastro la hizo en 1927 el artesano José Cuevas Martínez.
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