“Con este esclarecido y heroyco rostro, dignísimo veraderamente de un gran Capitan, se mostraba alos Napolitanos Gonçalo Hernandez (…) este Capitan, que por merito, sobrenombre, y conformidad de casi todas las naciones, es llamado Grande, y sun que en ello aya contradicion, excedio en grandeza de animo y valor de guerra (…)”
Fragmento de Crónica del gran Capitán Gonçalo Hernandez de Cordova y Aguilar (siglo XVI)
El personaje que hoy recibe nuestra atención es uno de los cordobeses por excelencia: Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. El Gran Capitán fue uno de los varios personajes, junto con Isabel, Fernando o Cristóbal Colón, que protagonizaron ese escenario de la España renacentista, período que cabalga entre la Baja Edad Media y la Edad Moderna.
Gonzalo nacería un 1 de septiembre de 1453 en Montilla, un importante núcleo de la provincia de Córdoba. Pertenecía a un destacado linaje, la casa de Aguilar, además de ser familiar lejano de Fernando el Católico, ya que la madre de Gonzalo, Elvira de Herrera, y la madre de Fernando, Juana Enríquez, eran primas.
El futuro militar creció en Córdoba, junto a su hermano, siendo cuidado por un caballero llamado Pedro de Cárcamo. En un momento dado -desconocemos la fecha exacta- es enviado a ser el paje personal del rey Alfonso de Trastámara, hermano de Isabel la Católica. Cuando el joven Alfonso muere e Isabel se proclama heredera del trono, en el complicado trasfondo de la Guerra Civil Castellana, Gonzalo se convierte en un importante militar, luchando por la causa isabelina contra Enrique IV de Castilla y, tras la muerte de este, contra Juana la Beltraneja.
Sin embargo, fue en la Guerra de Granada donde Gonzalo mostró sus dotes como líder militar. Se cuenta que, en uno de los tantos asaltos a las plazas islámicas, ideó un sistema de protección a partir de las puertas de madera que iba encontrando, para así fomentar el avance de las tropas. Incluso se piensa que fue él mismo quien apresó en una de estas batallas a Boabdil el Chico, quien al acabar la guerra lo acabó considerando amigo suyo.
Tras la toma de Granada en 1492, y el traslado de la corte a la Alhambra, otro episodio comenzaría en la vida de Gonzalo. Años antes había contraído matrimonio con Isabel de Montemayor, quien falleció al dar a luz a su primer hijo, hecho que sumió en la tristeza al montillano. Sin embargo, casi finalizando la guerra contra los musulmanes, Isabel quiso premiar los esfuerzos de Gonzalo casandolo con una de sus damas de confianza, María Manrique de Lara, celebrándose las nupcias en el Palacio de Portocarrero, en el municipio cordobés de Palma del Río.
Poco después de la Guerra de Granada, comenzaron las guerras de Italia, donde distintos territorios que pertenecían a Fernando el Católico, como Nápoles, habían sido conquistados por el reino de Francia. Terminada la guerra, fue nombrado virrey de Nápoles y recibió por parte del pueblo el apodo de Gran Capitán. Asimismo, participó en el encarcelamiento del famoso César Borgia, hijo del papa Alejandro VI y siniestro personaje de la época.
Tras la muerte de Isabel en 1504, Fernando empezó a pensar que Gonzalo había dilapidado los fondos del reino en las campañas de Italia. Así, se sabe que el Gran Capitán escribió un libro de cuentas, conservado en el Archivo de SImancas, en el que explica meticulosamente cada gasto realizado en las distintas contiendas.
Ya anciano, decidió trasladarse a Loja, y finalmente a Granada, donde la muerte le llegaría en diciembre de 1515. El arte decimonónico nos muestra la posible muerte de este caballero, rodeado de su familia, en Muerte del Gran Capitán, de Manuel Crespo y Villanueva, que hoy en día se encuentra en el Museo de La Rioja. Su cuerpo fue sepultado en el Real Monasterio de San Jerónimo, en Granada.
Como hemos comentado antes, Gonzalo Fernández de Córdoba fue un símbolo de la época en la que vivió, al igual que Isabel de Castilla. Dentro de la historiografía, existe la leyenda de que ambos personajes se sentían atraídos el uno por el otro. Esto no es seguro y, evidentemente, nunca podremos saberlo. Probablemente Gonzalo sentiría, lo que hoy en día llamamos, amor platónico por la reina castellana, al igual que ella pudo tener sentimiento hacia el capitán cordobés, sentimientos similares a los que se plasmaban en las novelas de caballería que tanto gustaban a la Reina.
Con toques históricos y de leyenda, es cierto que la vida de Gonzalo Fernández de Córdoba estuvo llena de emociones. Su figura ha sido estudiada no sólo en España, sino en toda Europa. La ciudad de Córdoba quiso rendirle un homenaje en la década de 1920 con la erección de una estatua en su honor, que hoy en día podemos ver en la popular Plaza de las Tendillas. Asimismo, su cuna, Montilla, cuenta con una barriada a la que da nombre, así como un busto que se puede encontrar en la plaza Puerta de Montilla; o los restos de la fortaleza -fue destruida por Fernando el Católico en 1508- donde nació nuestro protagonista de hoy.
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