Arib ibn Said, un ginecólogo cordobés del siglo X.

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De entre todos los médicos andalusíes nacidos en Córdoba, junto con Averroes o Al-Gafequi, destacó Arib Ibn Said, o Arib el Cordobés. Este personaje, uno de los más desconocidos hoy en día en la ciudad califal, fue un médico especialista  en Ginecología y Obstetricia.

De nombre completo Abu-l-Hasan Arib ibn Said al-Qurtubi al-Andalusi, nació en Córdoba en algún momento del siglo X. Se sabe que su padre fue un muladí, es decir, un cristiano que acabó convirtiéndose al Islam, tomando el nombre de Said.

Su formación médica se dio en Córdoba, convirtiéndose en médico personal de las mujeres del harén del califa Abd-ar-Rahmán III.  Asimismo, fue secretario personal de este califa y de su descendiente, Al-Hakam II. Entre su producción encontramos el Calendario de Córdoba, donde trata temas de agricultura, astronomía y medicina.

Sin embargo, su obra más prolífica fue El libro de la generación del feto, el tratamiento de las mujeres embarazadas y de los recién nacidos, donde, entre otras cosas, relata la formación del feto durante los nueve meses de gestación. Esto es algo bastante curioso, ya que estamos hablando de una época en la que la disección estaba prohibida, y el cuerpo de la mujer era en sí algo prohibido y pecaminoso.

La obra está distribuida en quince capítulos, ocho de ellos dedicados a Ginecología y Obstetricia, y los restantes a Pediatría y Puericultura. Así, a lo largo de sus páginas, vemos como este médico cita a médicos clásicos como Galeno, Dioscórides o Hipócrates para tratar temas relacionados con la vida infantil  y las embarazadas.

Entre otras cosas, vemos como la astrología jugaba un importante papel dentro de la superstición de la sociedad andalusí. Asimismo, mucho de los tratamientos médicos ante los males pediátricos eran, en su mayoría, remedios vegetales.

A continuación, vamos a relatar varias curiosidades médicas que encontramos en esta obra y que, gracias a ello, podemos hacernos una idea de la mentalidad de nuestros antepasados andalusíes. En primer lugar, se pensaba que el sexo del bebé dependía de la calidad de del semen y los óvulos de los padres: si eran débiles, nacía una niña; si eran fuertes, nacía un niño. Así, Arib ibn Said explicaba que el niño crecía más fuerte que la niña. Asimismo, las madres creían conocer el sexo de la criatura que esperaban de la siguiente manera: si sentían pesadez en el lado derecho, era un varón, y si era en el lado izquierdo, una niña. Otro tema que trató este médico fue el de las deformidades. Así, explicaba que los miembros se deformaban por la dieta de la madre.

Relacionado con los abortos, se recomendaba a las embarazadas que no tuviesen movimientos bruscos durante el primer mes de gestación. Entre los muchos síntomas que se relacionaban con el aborto, era la disminución del tamaño de los pechos, ojos hundidos, cara, cuerpo y pies hinchados, y palidez en el rostro.

Uno de los más hermosos capítulos del Libro de la generación del feto es el del recibimiento del niño en el parto. En el Medievo, tanto en período árabe como cristiano, el parto era algo destinado a las mujeres. La cámara del parto, como ha pasado hasta hace poco, era un espacio plenamente femenino, donde sólo podíamos encontrar a las matronas y a la parturienta.

Otro de los temas tratados era el de la lactancia infantil y las nodrizas. Ya en esta época, se sabía que el alimento más completo para el bebé era la leche materna. En cuanto a las nodrizas, debían reunir una serie de condiciones bastante curiosas: debían tener entre 25-30 años, ser pelirrojas, ni muy gordas ni muy delgadas, etcétera. Es curiosa la relación que las nodrizas tendrían con los niños que criaban, convirtiéndose en sus segundas madres, teniendo como prueba las misas que se ordenaban por el alma de estas nodrizas en los testamentos de los hombres y mujeres que, en su día, habían criado.

En general, nos encontramos con una lectura extensa pero muy completa, además de entretenida, ya que vemos que en esta época ya se sabían cosas que hoy en día aprenden los alumnos de Medicina.

Arib ibn Said es un gran desconocido en la ciudad de Córdoba, siendo casi inexistente la labor que tuvo en una época en la que, como hemos comentado anteriormente, la medicina femenina era algo pecaminoso que no merecía la atención de la comunidad médica andalusí. Como otros tantos personajes que se han perdido en la Historia y en la cultura colectiva, es necesario rescatarlos de ese olvido. Se tiene constancia de que falleció con setenta años, probablemente en el año 980. Así, pudo ver como Almanzor, primer ministro del califa Hisham II, se hizo con el poder del vasto territorio de Al-Ándalus.

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