Los cinco califas cordobeses del toreo.

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Dentro de la historia cordobesa, el término califa no sólo designa a los distintos gobernantes que reinaron en el periodo islámico de la ciudad, sino también una historia más reciente. Dentro de la Tauromaquia, Córdoba ha aportado el denominado Califato, donde sus cinco protagonistas, además de ser cordobeses de cuna, aportaron distintos elementos al mundo del toro. Ellos fueron Lagartijo, Guerrita, Machaquito, Manolete y, desde 2002, Manuel Benítez el Cordobés.

Todo comenzó a finales del siglo XIX, cuando Rafael Molina el Lagartijo triunfaba en los ruedos de toda la península. Fue ahí cuando el cronista Mariano de Cavía le dio el apelativo de califa, dando a entender que Lagartijo era en el mundo del toreo lo que en época islámica fue Abd-al-Rahmann I, primer califa de Occidente.

A partir de ahí, el pueblo cordobés le ha dado el título de Califa a distintos rejoneadores reseñables. Debían cumplir distintas características, siendo las siguientes:

  • Haber nacido en Córdoba;
  • Ostentar seis temporadas consecutivas;
  • Conmocionar al mundo taurino;
  • Recibir reconocimiento y respeto por parte del público;
  • Pasear por las plazas de toros su origen cordobés.

Como se ha comentado, el primero de estos califas fue Rafael Molina el Lagartijo (1841-1900). Nacido en Córdoba, se le han atribuido cerca de 1.645 corridas, llegando incluso a torear en París. Tan notable fue su importancia en su ciudad natal, que existe una leyenda que relaciona su persona con la escultura dedicada al Gran Capitán que decora la Plaza de las Tendillas. Se cuenta que la escultura original sufrió un acto de vandalismo, en el que le cortaron la cabeza, de ahí que actualmente toda la escultura sea de bronce salvo la cabeza, que es de mármol. Tras este accidente, se decidió realizar una nueva cabeza, esta vez inspirándose en el rostro del notable torero. Sí es cierto que la ciudad colocó un busto suyo, y que actualmente podemos encontrar en la calle Osario.

Nada más lejos de la realidad, la verdad es que esta cabeza de mármol se debe a que se quería realzar el rostro del célebre militar de origen cordobés. Se suele contar que el modelo pudo ser un organista de la iglesia de San Nicolás, aunque esto no está del todo claro.

El segundo de estos califas fue Rafael Guerra Bejarano Guerrita (1862-1941). Discípulo de Lagartijo, tomó la alternativa en 1871. Además de torear en Francia, fue el primero en cruzar el Atlántico, llegando a triunfar en La Habana. Conocido por su arrogancia, a su retirada fundó El Club Guerrita, además de poner de moda la corrida en homenaje a la mujer cordobesa.

Otra de estas insignes figuras fue Rafael González Madrid Machaquito (1880-1955). Se cuenta que en una de sus corridas en Hinojosa del Duque, parte de los tendidos se vino abajo, poniendo en peligro al público ante las cornadas del toro. Machaquito consiguió aplacar al animal, y por ello se le concedió la Cruz de la Beneficiencia. Asimismo, el escultor valenciano Mariano Benlliure quiso plasmar el trabajo de este toreo en su escultura "La estocada de la tarde".

El cuarto de estos califas fue, desde luego, el que más resuena dentro de la cultura taurina del país. Nacido en el barrio de Santa Marina, Manuel Rodríguez Sánchez Manolete (1917-1947) dio sus primeros capotazos a la edad de doce años. Inventor de “la manoletina” y rival acérrimo de Luis Miguel Dominguín y Carlos Arruza, su maestría se apagó en Linares una tarde de agosto de 1947, muriendo a causa de una cornada propiciada por Islero, un miura de 500 kg. La causa oficial de muerte fue un desangramiento, aunque se suele hablar de que se le practicó una transfusión de sangre en mal estado. Hoy en día puede verse en Córdoba dos monumentos dedicados a esta celebridad, una en la Plaza de la Lagunilla, y otra en la Plaza del Conde de Priego, mirando a la Iglesia de Santa Marina.

El último de estos Califas fue nombrado en el año 2002. Manuel Benítez el Cordobés (1936) ha tenido como seña de identidad el colgar el cartel de “entradas agotadas” en la mayor parte de sus ruedos. Retirado del albero desde 1973, ha reaparecido en contadas ocasiones.

La estela que han dejado estos cinco personajes ha hecho huella en Córdoba, de ahí que la plaza de toros de la capital se llame Los Califas. Asimismo, una de las cofradías más populares de la ciudad, la de Ntro. Padre Jesús Caído, ha sido llamada la hermandad de los toreros, debido a la devoción de estos por su imagen titular, además de porque tanto Lagartijo como Manolete ostentaron el título de Hermano Mayor de la Cofradía.

Por último, muchos de los objetos personales de estos Califas se encuentran hoy en día en el Museo Taurino de la ciudad, situado en la Plaza de Maimónides, en el barrio de la Judería.

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