Córdoba a través de sus adarves.

Monumentos

La historia de una ciudad no sólo la custodian los libros o los polvorientos legajos del archivo municipal. También el propio trazado de las calles, el urbanismo que sobrevive y se adapta al progreso, puede dar cuenta de cómo han evolucionado los barrios y sus gentes siempre que cuente con el apoyo de un «traductor». Los adarves de Córdoba, esos estrechos pasadizos sin salida que resisten, aparentemente inútiles, a lo largo del Casco antiguo, han encontrado en el Festival de las Callejas una oportunidad para alzar su voz como testigos milenarios capaces de explicar a los cordobeses quiénes son y de dónde vienen.

El evento, que se celebra entre el 9 y el 15 de octubre, cuenta con apoyo del Ayuntamiento pero nace de la inquietud del director de la Casa de las Cabezas, Manuel Ramos Gil, que próximamente volcará en un libro todo su conocimiento sobre estos rincones tan peculiares a los que llegó casi de casualidad. «Cuando estudiaba protocolos notariales para mi anterior investigación sobre casas señoriales siempre me acababa topando con las callejas», explica. Más de diez años entre los archivos le valieron para detectar que esas pequeñas calles que cambiaban de nombre e incluso desaparecían de un siglo para otro tienen mucho que ver con la evolución urbanística de una ciudad que se adaptaba a los tiempos, pero también con el cambio de mentalidad de sus vecinos.

Urbanismo musulmán

Las callejas hunden sus raíces en un urbanismo musulmán que sobrevivió a los tiempos, al menos hasta el triunfo de un Renacimiento que motivó una nueva visión de la ciudad. Del carácter de los cordobeses de entonces, intimista y reservado, da fe el hecho de que las puertas de las viviendas no se abrieran en la fachada sino hacia el interior de estas callejas, que se cerraban al caer la noche con una verja. Eran pasajes privados, «callejas-barrera» que presevaban la intimidad de aquellas casas con escasas ventanas pero luminosos patios interiores.

El desembarco de la «moda» europea provocó un cambio de mentalidad que afectó inevitablemente al caserío, explica Ramos Gil. Los cordobeses empezaron a abandonar la oscuridad de las callejas para abrirse hacia el exterior. Desprovistas de uso, muchas de las que sobreviven aún en el Casco Histórico llegaron a convertirse en estercoleros, rincones oscuros de suciedad y miseria. Prácticamente hasta hoy. «Preparando el Festival de las Callejas nos hemos encontrado con que muchas de ellas ni siquiera aprecían en el plan de limpieza de Sadeco», explica el alma máter del certamen, que asegura que la cita ha supuesto una oportunidad para devolver el esplendor a estos rincones escondidos de la ciudad.

Algunos de ellos han sufrido además las consecuencias de la progresiva despoblación de la zona patrimonial. El abandono de las viviendas ha dejado huérfanas a las callejas que durante siglos habían sido además de reflejar el carácter de los antiguos habitantes de la ciudad, el callejero redescubierto por Ramos Gil da cuenta de curiosidades como la distribución de los comercios artesanales, la residencia de personajes ilustres o la proliferación de leyendas que fueron de boca en boca hasta llegar a nuestros días.

Calles que toman el nombre de apodos

Era frecuente que las calles tomaran el apodo de los personajes ilustres que las habitaban. Pese a lo que pueda pensarse, la calleja de Góngora no debe su nombre al célebre poeta cordobés sino a otro vecino, también célebre, dedicado al oficio de la medicina. En la calleja de laMarquesa —actualmente rotulada como «de DoñaMuña»— se ubicó un día la puerta falsa de la casa de la marquesa deEl Carpio. Más riguroso aún es el nombre de la calleja del Postigo del Marqués del Carpio, que en su momento sirvió de acceso secundario a la vivienda del noble, utilizada por el servicio.

De la rutina de una ciudad hablan también sus comercios. Tras el incendio del gran Zoco de Córdoba allá por el siglo X, la actividad comercial se trasladó a la Medina. Por los alrededores de la Mezquita-Catedral, los padrones de épocas pasadas hablan de callejas que recibían nombres como «de la Zapatería Vieja» por haberse instalado allí varios artesanos del calzado. En la Axerquía, el adarve de la calle Tinte sugiere cómo la «molesta» industria de las tintorerías de paños, que incomodaban a los vecinos por el vapor que producían sus calderas, tuvo que trasladarse fuera de las murallas. También en esta zona se encuentra la calleja de los Herradores, otro ejemplo de cómo la profesión de quienes vivían en la zona acababan rotulándolas.

Aunque Ramos Gil ha catalogado casi 170 callejas en la ciudad, en las dos rutas que propone recorrer el festival sólo aparecen 36 de ellas. El director de la Casa de las Cabezas —que se ubica, por cierto, junto a la calleja de los Arquillos, escenario de la leyenda de los Siete Infantes de Lara— promete que quienes participen en los paseos guiados accederán a rincones que, aunque siempre han estado ahí, pasaban desapercibidos para el paseante. También servirán para mirar con ojos nuevos las callejas más famosas de la ciudad, que sí han recibido las debidas atenciones por su importancia turística.

Una de ellas es la calleja de las Flores, que fue recuperada por el alcalde Cruz Conde en los años 50. Hasta entonces no tenía nombre propio y se la denominaba «primera calleja-barrera de la calle de la cárcel». Hasta hace no mucho conservaba el portón de madera que se cerraba a cal y canto por las noches, impidiendo el acceso a quienes no vivían en las casas de su interior, según explica RamosGil.

Fuente: ABC

 

Fuente: http://sevilla.abc.es/andalucia/cordoba/sevi-cordoba-traves-adarves-201709301953_noticia.html

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